sábado, 30 de junio de 2012

Gata callejera

Si a los 22 sigo defendiéndome como gata callejera, no creo que ya nada pueda hacerme cambiar de parecer.

La parte de la historia que nunca se cuenta, la historia de cómo los humanos rebeldes vivimos el enfrentamiento entre las ideas de las personas más confiables, quienes nos cuidaron, y las propias ideas, es lo que plasmaré ahora.

Pocos saben lo que es estar en ese lugar. Es un lugar lleno de explosiones continuas; el asombro de saber que esas personas confiables están cegadas desde hace tiempo es enorme y uno al principio no se atreve a aceptarlo, como es lógico. Sin embargo, con el tiempo y la exposición a más humanos así, al menos personalmente, uno se va haciendo a la idea de que no se puede estar equivocado en esas conjeturas.

Por otro lado, he de admitir que muchas veces, de las que  la mayoría fui rescatada tan solo por mi valiente inconsciente, me he quedado pasmada ante la monstruosa y  bien elaborada personalidad de esas personas confiables. Sus argumentos, como sacados de manual, visibles en la realidad, perfectamente claras, son su mejor arma; uno simplemente no puede más que admitir al momento, cuando no se está entrenado para atacar, que pueden estar en lo correcto. Sin embargo, cuando uno está solo, cuando le monstruo disfrazado de los amigos está lejos es cuando uno puede decirse "qué lástima, ojalá el/ella no fuera de ese bando".

Uno no puede evitar pensar cada día que está en el camino incorrecto, pero la mente no deja de decirnos lo contrario.
Y como he pensado desde que formulé esta frase, hoy lo registro en la web: "las mejores mentes son aquellas que no se inclinan por una ideología en especial y se casan con ella hasta el final de sus días solo porque en algún momento fue lo mejor,no, las mejores mentes están en continuo movimiento; hoy puede ser bueno algo, mañana quizás no",





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